Hablar sobre los materiales implica hablar de sus propiedades. Según el Diccionario de la R.A.E. la acepción de propiedad que nos interesa es la de "atributo o cualidad esencial de algo". Esto significa que cuando estudiemos las propiedades de los materiales nos estaremos fijando en sus características más importantes y que (en las mismas condiciones de estudio) son permanentes e invariables. Veamos por qué con un par de ejemplos.
El oro y los diamantes son caros porque son materiales escasos, pero no podemos considerar el precio como una propiedad de este material porque algún (extraño) día podrían descubrirse nuevos yacimientos con tanta abundancia de los mismos que hiciera disminuir su coste. El precio del oro y del diamante podría entonces ser el mismo que el del aluminio y el del cuarzo, respectivamente. Pero el oro seguiría siendo mejor conductor de la electricidad que el aluminio, y el diamante seguiría siendo más duro que el cuarzo.
De la misma forma, alguno de nosotros podría asegurar que un suelo de madera es más bonito que un suelo de piedra. Pero de ninguna manera podemos considerar la belleza como una propiedad de estos materiales, puesto que no se puede medir. ¿Por qué? Porque la belleza constituye un atributo subjetivo de las cosas, perteneciente o relativo a nuestro modo de pensar o de sentir, y no al material en sí mismo.
¿ Y cómo podemos asegurarnos de que alguna característica de un material constituye una de sus propiedades? Pues comprobando que se pueda estudiar aplicando el método científico (haz clic para saber más).
Al principio de este artículo señalábamos que, en las mismas condiciones de estudio, las propiedades de un material son permanentes e invariables. Es importante resaltar el matiz que hace referencia a las condiciones de estudio, porque las propiedades de los materiales pueden cambiar cuando las condiciones de su entorno cambian: el hierro experimenta variaciones de volumen cuando varía la temperatura ambiente (se dilata al calentarse y se contrae al enfriarse), y por tanto hay una variación de su densidad, que es una propiedad del hierro y de todos los materiales. Lo que se debe tener en cuenta es cómo se produce ese cambio de densidad: que siempre, cuantas veces se nos ocurra repetir el experimento, la densidad del hierro a 25ºC (ver condiciones normales de presion y temperatura) será 7.850 kg/m3.
El oro y los diamantes son caros porque son materiales escasos, pero no podemos considerar el precio como una propiedad de este material porque algún (extraño) día podrían descubrirse nuevos yacimientos con tanta abundancia de los mismos que hiciera disminuir su coste. El precio del oro y del diamante podría entonces ser el mismo que el del aluminio y el del cuarzo, respectivamente. Pero el oro seguiría siendo mejor conductor de la electricidad que el aluminio, y el diamante seguiría siendo más duro que el cuarzo.
De la misma forma, alguno de nosotros podría asegurar que un suelo de madera es más bonito que un suelo de piedra. Pero de ninguna manera podemos considerar la belleza como una propiedad de estos materiales, puesto que no se puede medir. ¿Por qué? Porque la belleza constituye un atributo subjetivo de las cosas, perteneciente o relativo a nuestro modo de pensar o de sentir, y no al material en sí mismo.
¿ Y cómo podemos asegurarnos de que alguna característica de un material constituye una de sus propiedades? Pues comprobando que se pueda estudiar aplicando el método científico (haz clic para saber más).
Al principio de este artículo señalábamos que, en las mismas condiciones de estudio, las propiedades de un material son permanentes e invariables. Es importante resaltar el matiz que hace referencia a las condiciones de estudio, porque las propiedades de los materiales pueden cambiar cuando las condiciones de su entorno cambian: el hierro experimenta variaciones de volumen cuando varía la temperatura ambiente (se dilata al calentarse y se contrae al enfriarse), y por tanto hay una variación de su densidad, que es una propiedad del hierro y de todos los materiales. Lo que se debe tener en cuenta es cómo se produce ese cambio de densidad: que siempre, cuantas veces se nos ocurra repetir el experimento, la densidad del hierro a 25ºC (ver condiciones normales de presion y temperatura) será 7.850 kg/m3.
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